Caminé por un pasillo largo, fingía la calma que ya no
habitaba más en mí. Sonreí a todas las mujeres que se me cruzaban, algunas llevaban niños en brazos y otras
simplemente tenían su mirada lejana, me sonreían, pero no podría saber si era a
mí. Salí del lugar y seguí caminando, las vendas de mis manos se estaban
desenlazando, pero aun así no me detuve a arreglarlas. Subí por una pequeña
columna y ahí observe que había una casa que poseía una pileta. El agua se veía
tan limpia, sonreí ampliamente y sin pensarlo me dirigí a esa casa, trepe el
paredón de la misma y miré el agua cristalina, nunca antes había visto algo
así. Fingí que estaba cerca de una playa en alguna isla lejana donde todo es
sereno y cuyo mar está lleno de peces
hermosos y exóticos que se mueren por bailar conmigo. Enamorada de todos
aquellos peces, me pregunté a mi misma con quien bailaría, quería el negro que
parecía sonreírme divertidamente, como si se diera cuenta de mi maldita
indecisión. Comencé a caminar hacía el mar y me metí en el agua que estaba muy
fría, pero no lo dude, me dirigí hacía este pez sonriendo y le pregunté que
hacía allí, mientras con delicadeza me balanceaba entre las olas. No contestó,
simplemente me dijo que eso no era de importancia, que el verdadero enigma era
lo que yo hacía allí. Todos los peces me miraron impacientes.
‘Eso mismo es lo que yo también me pregunto, como no lo sé,
pensé que con tu respuesta me guiaría’-dije con la mirada gacha, esperando a
que el pez negro me explicase que era lo
que hacía allí, levante mi mirada al oírlos reír. Ignorando el porqué de sus
risas reí un poco también y luego mi mirada se dirigió a un pez dorado con
manchas plateadas que comenzaba a hablar, apenas pronunció unas palabras, las
cuales me anunciaban que ya pasaría a contarme la razón de sus existencias,
cuando de pronto las risas se convirtieron en llanto y luego todos
desaparecieron. De repente me encontraba en la mitad de la pileta, el agua me
llegaba por la cintura, molesta, al haber despertado de aquella ilusión, probablemente
provocada por mi fiebre, golpee con mis puños cerrados el agua salpicando a un
niño que en la esquina de la pileta se encontraba llorando. Lo miré por unos segundos y luego este salió
corriendo hacía la casa. Probablemente lo habría asustado un poco. Volví a mi
historia y concluí que si no fuera por ese estúpido llanto hubiera tenido mi
respuesta. Mire alrededor, el agua ya no estaba tan fría, nade un poco
recordando la ilusión y riendo por ella. Luego recordé la guerra y comencé a
sollozar. Mire la parte profunda de la pileta y me dije que yo en esta no
servía para nada, solo era un estorbo, que no contaba ni con la fuerza ni con
las armas para defenderme, solo poseía el mínimo de valores y estudios, que de
nada me servían si muchos de los armados no sabían leer o escribir. Me
molestaba realmente todo aquello, pero nada más podía hacer, sentí mi final
acercarse y comencé a nadar hacía la parte más profunda de la pileta. Estaba
lista, ya no me quedaba nada más que esperar que en algún momento me dieran la
fuerza, aunque sabía que antes que nada usaría la palabra. Sonreí y espere contando las burbujas que salían de
mi nariz, una, dos, tres, cuatro, cinco y ya no más…
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